
Desde el Este había llegado, iluminando aquella noche de tremenda luna llena. Pero ya hacía tiempo que los ojos trasnochados habían enturbiado su mirada, siempre escondida bajo el ceño fruncido.
Pero una mañana de verano se despistó. El alborozo de una niña, relajó su expresión y desveló su mirar. Entonces, dos preciosas lunas llenas, de azul puro y cristalino, ensombrecieron la luz del sol. Aquel día, resplandeció como nunca la ciudad.
Pilar Canosa
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